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PIENSO…

Pienso en todas las guerras y en todas las contiendas desde la distancia de un espejismo de alto el fuego, porque siempre están activos los campos de batalla y todos, de alguna manera, portamos las heridas de metralla de la injusta crueldad. Pienso porque aquí ya no suenan las sirenas que no te dejan pensar, a pesar de que suenen las campanas de una misa de difuntos que no pueden descansar. 

Pienso porque las cunetas y los muros de los cementerios albergan el silencio de los cuerpos que quisieron silenciar. Pienso en los padres, pero también pienso en los hijos, y en nosotros que somos los herederos de un fuego sin apagar. 

Pienso en las noches de terror que los más pequeños tuvieron que atravesar mientras arrastraban los pies y se vaciaban de certezas. Asidos a un oso de peluche que se desgarraba entre estruendos y carreras por llegar sanos y salvos a una frontera cualquiera en la que poder dormir asidos al sosiego. Pienso que esos osos y esos niños jamás volvieron a jugar de la misma manera con un padre bajo tierra. Cuando uno ve la llama del trueno de la cólera del hombre, deja de encontrar la calma en los osos de peluche. La infancia se vuelve tormenta, y los rostros de los osos se parecen a los de los asesinos.

Cuando uno ve la ira del ser humano está condenado a las noches en vela y los amaneceres vacíos.

Porque algunos disparos no matan, pero dejan la memoria llena de agujeros. Y los recuerdos son como coladores por donde se escapa la ilusión, se escurre la esperanza de un mundo mejor, se va desangrando la inocencia. Cuanto más una recuerda, más grande se hace el hoyo, pensaría la niña de posguerra. Un hoyo anónimo, sin lápida y sin flores. Un hoyo al pie del infierno. 

Lo peor de las contiendas es que dejan damnificados en cuyas almas la erosión de la violencia modela hoquedades de las que jamás podrá brotar la calma. Manos arriba, que en este atraco venimos a robaros la infancia. Una guerra es un gran desfalco, un saqueo existencial. 

Hablo de todas las guerras, de las que estallan en las familias, en los estados, entre hermanos, por las fronteras, por las custodias, por el gas, por las herencias, por las tierras, por aire y por mar. Y siempre hay disparos, y siempre hay niños y niñas que tratan de sortearlos con los ojos abiertos de dolor y la boca prieta de pánico para no dejar escapar un lamento que le rompería el tímpano a ese dios por el que también se cargan los gatillos y se tortura a los inocentes. 

Lo peor de las contiendas, de los disparos y las guerras, no sólo son los muertos sino esos huecos en la memoria de los vivos, que jamás volverán a sentirse enteros. Seres rotos, que tendrán que convivir con jirones por recuerdos. Seres quebrados, como muñecas mutiladas en mitad de un juego sucio, que tendrán que cargar con un muro lleno de agujeros por el que entra el gélido frío de un invierno eterno. Dos niños, contra la pared del odio, con los brazos arriba, esperando que, por un instante, la historia no se repita y por fin los seres vuelvan a ser humanos. 

1 comentario en “PIENSO…

  1. Gracias Sandra por tu maravilloso aporte a esta humanidad que ha caído nuevamente bajo por su abuso y crueldad. Tus palabras son el espejo del alma de nuestra sociedad y ojalà que quienes gobiernan puedan rescatarlas y las atesoren día a día. Un abrazo con carino por todo lo que haces

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